domingo, 27 de enero de 2013

Los 7 cabritillos


En una bonita casita del bosque vivían 7 cabritillos y su mamá.

Un día la mamá cabra tuvo que irse de compras al pueblo y dijo a sus hijitos:

- Hijos míos, me voy a comprar al pueblo y cuando yo vuelva daremos un paseo por el campo. Os traeré exquisita comidita.

Y todos los cabritillos, felices, dijeron:

- Vale, mamá!!
Antes de salir de casa, la mamá cabra les dijo:

- Mientras yo no llegue, no abran la puerta a nadie, vale hijitos?

Y los cabritillos, obedientes, dijeron:

- Vale, mamá!!

Fuera de casa, detrás de un árbol se escondía un temible lobo que observaba cómo la madre cabra salía con su bolso de casa, dejando a sus hijitos solitos dentro de la casa.

Minutos después de que la madre cabra saliera de casa, el lobo se acercó a la puerta y dando algunos golpes, TOC TOC TOC a la puerta de la casa de los cabritillos, dijo:

- Soy vuestra mamá y os traigo buena comidita. ¿podéis abrirme la puerta?

Reconociendo la voz del lobo, los cabritillos gritaron:

- NOOO... tu no eres nuestra madre. Eres el lobo!!!

Decepcionado, el lobo se fue y se acercó a una granja que había allí cerca, y se comió docenas y docenas de huevos para aclarar y suavizar su voz. Y volvió a la casa de los cabritillos: TOC TOC TOC... Y con voz suave dijo:

- Niños, soy vuestra mamá, ¿podéis abrirme la puerta?

No convencidos de que era su madre, los cabritillos le dijeron:

- Si eres nuestra madre, entonces enséñanos vuestra pata.

El lobo no dudó en enseñarles su pata negra y peluda por debajo de la puerta. Y los cabritillos dijeron:

- NOOOO... tu no eres nuestra madre. Eres el lobo!!!

Contrariado, el lobo se dirigió a la casa de un molinero y le pidió un saco de harina. Metió una patita en la harina para que se la blanqueara y se fue otra vez a la casa de los cabritillos: TOC TOC TOC... Y les dijo:

- Niños, soy vuestra mamá y os traigo comidita muy exquisita del pueblo. ¡Abrid la puerta!

Los cabritillos volvieron a decirle:

- Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.

El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina por debajo de la puerta y los cabritillos dijeron:

- ¡Esta vez sí que eres mamá! Y abrieron la puerta.

El lobo entró rápidamente en la casa y empezó a correr para alcanzar a los cabritillos. Los cabritillos salieron corriendo y se escondieron cada uno en un sitio distinto.

En este momento, pasaba por allí un cazador que, oyendo todo el ruido de voces, entró en la casa y estaba a punto de matar el lobo cuando el animal salió corriendo asustado y con miedo, rogando al cazador que no le matara y jurando que jamás volvería por aquellos lados. Al cabo de un rato llegó la mamá cabra y se encontró la puerta abierta y la casa vacía.

- Ay, ¡mis hijitos! Seguro que a todos se los ha llevado el lobo.

Fue entonces cuando todos los cabritillos, uno a uno, fueron saliendo de su escondrijo, para la alegría de la mamá cabra. El cazador le explicó todo lo que había ocurrido. Y entonces, como agradecimiento al cazador, la mamá cabra y sus cabritillos prepararon una gran fiesta donde pudieron comer la rica comidita que había comprado la mamá cabra en el mercado del pueblo.

Las zapatillas rojas


Hace mucho, mucho tiempo, vivía una hermosa niña que se llamaba Karen. Su familia era muy pobre, así que no podía comprarle aquello que ella deseaba por encima de todas las cosas: unas zapatillas de baile de color rojo.

Porque lo que más le gustaba a Karen era bailar, cosa que hacía continuamente. A menudo se imaginaba a sí misma como una estrella del baile, recibiendo felicitaciones y admiración de todo el mundo.
Al morir su madre, una atesorada señora acogió a la niña y la cuidó como si fuera hija suya. Cuando llegó el momento de su puesta de largo, la llamó a su presencia:

- Ve y cómprate calzado adecuado para la ocasión

- Le dijo su benefactora alargándole el dinero.

Pero Karen, desobedeciendo, y aprovechando que la vieja dama no veía muy bien, encargó a la zapatera un par de zapatos rojos de baile. El día de la celebración, todo el mundo miraba los zapatos rojos de Karen.

Incluso alguien hizo notar a la anciana mujer que no estaba bien visto que una muchachita empleara ese tono en el calzado. La mujer, enfadada con Karen por haber desobedecido, la reprendió allí mismo:

- Eso es coquetería y vanidad, Karen, y ninguna de esas cualidades te ayudará nunca.

Sin embargo, la niña aprovechaba cualquier ocasión para lucirlos. La pobre señora murió al poco tiempo y se organizó el funeral. Como había sido una persona muy buena, llegó gente de todas partes para celebrar el funeral.

Cuando Karen se vestía para acudir, vio los zapatos rojos con su charol brillando en la oscuridad. Sabía que no debía hacerlo, pero, sin pensárselo dos veces, cogió las zapatillas encantadas y metió dentro sus piececitos:

-¡Estaré mucho más elegante delante de todo el mundo!- se dijo. Al entrar en la iglesia, un viejo horrible y barbudo se dirigió a ella:

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile! ¿Quieres que te los limpie?- le dijo.

Karen pensó que así los zapatos brillarían más y no hizo caso de lo que la señora siempre le había recomendado sobre el recato en el vestir. El hombre miró fijamente las zapatillas, y con un susurro y un golpe en las suelas les ordenó:

-¡Ajustaos bien cuando bailéis!

Al salir de la iglesia, ¡Cuál sería la sorpresa de Karen al sentir un cosquilleo en los pies! Las zapatillas rojas se pusieron a bailar como poseídas por su propia música.

Las gentes del pueblo, extrañadas, vieron como Karen se alejaba bailando por las plazas, los prados y los pastos. Por más que lo intentara, no había forma de soltarse los zapatos: estaban soldados a sus pies, ¡y ya no había manera de saber qué era pie y qué era zapato! Pasaron los días y Karen seguía bailando y bailando.

¡Estaba tan cansada...! y nunca se había sentido tan sola y triste. Lloraba y lloraba mientras bailaba, pensando en lo tonta y vanidosa que había sido, en lo ingrata que era su actitud hacia la buena señora y la gente del pueblo que la había ayudado tanto.

- ¡No puedo más!- gimió desesperada -¡Tengo que quitarme estos zapatos aunque para ello sea necesario que me corten los pies!-

Karen se dirigió bailando hacia un pueblo cercano donde vivía un verdugo muy famoso por su pericia con el hacha. Cuando llegó, sin dejar de bailar y con lágrimas en los ojos gritó desde la puerta:

-¡Sal! ¡Sal! No puedo entrar porque estoy bailando.

-¿Es que no sabes quién soy? ¡Yo corto cabezas!, y ahora siento cómo mi hacha se estremece.- dijo el verdugo.

-¡No me cortes la cabeza -dijo Karen-, porque entonces no podré arrepentirme de mi vanidad! Pero por favor, córtame los pies con los zapatos rojos para que pueda dejar de bailar.

Pero cuando la puerta se abrió, la sorpresa de Karen fue mayúscula. El terrible verdugo no era otro que el mendigo limpiabotas que había encantado sus zapatillas rojas.

-¡Qué bonitos zapatos rojos de baile!- exclamó -¡Seguro que se ajustan muy bien al bailar!- dijo guiñando un ojo a la pobre Karen

-Déjame verlos más de cerca...-. Pero nada más tocar el mendigo los zapatos con sus dedos esqueléticos, las zapatillas rojas se detuvieron y Karen dejó de bailar.

Aprendió la lección, las guardó en una urna de cristal y no pasó un solo día en el que no agradeciera que ya no tuviera que seguir bailando dentro de sus zapatillas rojas.

Juan sin miedo


Érase una vez, en una pequeña aldea, un anciano padre con sus dos hijos. El mayor era trabajador y llenaba de alegría y de satisfacción el corazón de su padre, mientras el más joven sólo le daba disgustos. Un día el padre le llamó y le dijo: - Hijo mío, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin embargo aún no has aprendido ningún oficio que te sirva para ganarte el pan. ¿Qué te gustaría aprender? Y le contestó Juan: - Muchas veces oigo relatos que hablan de monstruos, fantasmas,… y al contrario de la gente, no siento miedo. Padre, quiero aprender a sentir miedo. El padre, enfadado, le gritó: - Estoy hablando de tu porvenir, y ¿tú quieres aprender a tener miedo? Si es lo que quieres, pues márchate a aprenderlo. Juan recogió sus cosas, se despidió de su hermano y de su padre, y emprendió su camino. Cerca de un molino encontró a un sacristán con el que entabló conversación. Se presentó como Juan Sin Miedo. - ¿Juan Sin Miedo? ¡Extraño nombre! - Se sorprendió el sacristán. - Verás, nunca he conocido el miedo, he partido de mi casa con la intención de que alguien me pueda mostrar lo que es, - dijo Juan - Quizá pueda ayudarte: Cuentan que más allá del valle, muy lejos, hay un castillo encantado por un malvado mago. El monarca que allí gobierna ha prometido la mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo. - Quizá, quizá allí pueda sentir el miedo, se animó Juan. Juan decidió caminar, vislumbró a lo lejos las torres más altas de un castillo en el que no ondeaban banderas. Se acercó y se dirigió a la residencia del rey. Dos guardias reales cuidaban la puerta principal. Juan se acercó y dijo: - Soy Juan Sin Miedo, y deseo ver a vuestro Rey. Quizá me permita entrar en su castillo y sentir eso a lo que llaman miedo.


El más fuerte le acompañó al Salón del Trono. El monarca expuso las condiciones que ya habían escuchado otros candidatos: si consigues pasar tres noches seguidas en el castillo, derrotar a los espíritus y devolverme mi tesoro, te concederé la mano de mi amada y bella hija, y la mitad de mi reino como dote. - Se lo agradezco, su Majestad, pero yo sólo he venido para saber lo que es el miedo, le dijo Juan. "Qué hombre tan valiente, qué honesto", pensó el rey, "pero ya guardo pocas esperanzas de recuperar mis dominios,...tantos han sido los que lo han intentado hasta ahora..." Juan sin Miedo se dispuso a pasar la primera noche en el castillo. Le despertó un alarido impresionante. - ¡Uhhhhhhhhh! Un espectro tenebroso se deslizaba sobre el suelo sin tocarlo. - ¿Quién eres tú, que te atreves a despertarme? - preguntó Juan. Un nuevo alarido por respuesta, y Juan Sin Miedo le tapó la boca con una bandeja que adornaba la mesa. El espectro quedó mudo y se deshizo en el aire. A la mañana siguiente el soberano visitó a Juan Sin Miedo y pensó: "Es sólo una pequeña batalla. Aún quedan dos noches". Pasó el día y se fue el sol. Como la noche anterior, Juan Sin Miedo se disponía a dormir, pero esta vez apareció un fantasma espantoso que lanzó un bramido: ¡Uhhhhhhhhhh! Juan Sin Miedo cogió un hacha que colgaba de la pared, y cortó la cadena que el fantasma arrastraba la bola. Al no estar sujeto, el fantasma se elevó y desapareció. El rey le visitó al amanecer y pensó: "Nada de esto habrá servido si no repite la hazaña una vez más". Llegó el tercer atardecer, y después, la noche. Juan Sin Miedo ya dormía cuando escuchó acercarse a una momia espeluznante. Y preguntó: - Dime qué motivo tienes para interrumpir mi sueño. Como no contestaba, agarró un extremo de la venda y tiró. Retiró todas las vendas y encontró a un mago: - Mi magia no vale contra ti. Déjame libre y romperé el encantamiento. La ciudad en pleno se había reunido a las puertas del castillo, y cuando apareció Juan Sin Miedo el soberano dijo: "¡Cumpliré mi promesa!" Pero no acabó aquí la historia: cierto día en que el ahora príncipe dormía, la princesa decidió sorprenderle regalándole una pecera. Pero tropezó al inclinarse, y el contenido, agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan. - ¡Ahhhhhh! - Exclamó Juan al sentir los peces en su cara - ¡Qué miedo! La princesa reía viendo cómo unos simples peces de colores habían asustado al que permaneció impasible ante espectros y aparecidos: Te guardaré el secreto, dijo la princesa. Y así fue, y aún se le conoce como Juan Sin Miedo.

Ratón de campo y ratón de ciudad


Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí, no le hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón, y flores por todos los lados.

Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres, frutos secos y setas, para comer. Además, el ratón tenía una salud de hierro. Por las mañanas, paseaba y corría entre los árboles, y por las tardes, se tumbaba a la sombra de algún árbol, para descansar, o simplemente respirar aire puro. Llevaba una vida muy tranquila y feliz.
Un día, su primo ratón que vivía en la ciudad, vino a visitarle. El ratón de campo le invitó a comer sopa de hierbas. Pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comer comidas más refinadas, no le gustó.

Y además, no se habituó a la vida de campo. Decía que la vida en el campo era demasiado aburrida y que la vida en la ciudad era más emocionante.

Acabó invitando a su primo a viajar con él a la ciudad para comprobar que allí se vive mejor. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir, pero acabó cediendo ante la insistencia del otro ratón.

Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se acababa. El ajetreo de la gran ciudad le asustaba. Había peligros por todas partes.

Había ruidos de coches, humos, mucho polvo, y un ir y venir intenso de las personas. La madriguera de su primo era muy distinta de la suya, y estaba en el sótano de un gran hotel.

Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones, finas alfombras, y las paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban de quesos, y otras cosas ricas.

En el techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se disponían a darse un buen banquete, vieron a un gato que se asomaba husmeando a la puerta de la madriguera.

Los ratones huyeron disparados por un agujerillo. Mientras huía, el ratón de campo pensaba en el campo cuando, de repente, oyó gritos de una mujer que, con una escoba en la mano, intentaba darle en la cabeza con el palo, para matarle.

El ratón, más que asustado y hambriento, volvió a la madriguera, dijo adiós a su primo y decidió volver al campo lo antes que pudo. Los dos se abrazaron y el ratón de campo emprendió el camino de vuelta.

Desde lejos el aroma de queso recién hecho, hizo que se le saltaran las lágrimas, pero eran lágrimas de alegría porque poco faltaba para llegar a su casita. De vuelta a su casa el ratón de campo pensó que jamás cambiaría su paz por un montón de cosas materiales.

Ricitos de oro


En una preciosa casita, en el medio de un bosque florido, vivían 3 ositos. El papá, la mamá, y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa, y hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque.

Mientras los ositos estaban caminando por el bosque, apareció una niña llamada Ricitos de Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana.

Todo parecía muy ordenado y coqueto dentro de la casa. Entonces, olvidándose de la buena educación que su madre le había dado, la niña decidió entrar en la casa de los tres ositos.

Al ver la casita tan bien recogida y limpia, Ricitos de Oro curioseó todo lo que pudo. Pero al cabo de un rato sintió hambre gracias al olor muy sabroso que venía de la sopa puesta en la mesa.

Se acercó a la mesa y vio que había 3 tazones. Un pequeño, otro más grande, y otro más y más grande todavía. Y otra vez, sin hacer caso a la educación que le habían dado sus padres, la niña se lanzó a probar la sopa.

Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la sopa estaba como a ella le gustaba. Y la tomó toda, todita.

Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro se subió a la silla más grande pero estaba demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda. Y se decidió por sentarse en la silla más pequeña que le resultó comodísima.

Pero la sillita no estaba acostumbrada a llevar tanto peso y poco a poco el asiento fue cediendo y se rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y probar las camas.

Probó la cama grande pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y por fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente dormida.

Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa y nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su gran voz:

-¡Alguien ha probado mi sopa!

Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y dijo:

-¡Alguien ha probado también mi sopa!

Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada:

-¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera!

Después pasaron al salón y dijo papá oso:

-¡Alguien se ha sentado en mi silla!

Y mamá oso dijo:

-¡Alguien se ha sentado también en mi silla!

Y el pequeño osito dijo con su voz aflautada:

-¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!

Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación, papá oso dijo:

-¡Alguien se ha acostado en mi cama!

Y mamá oso exclamó:

-¡Alguien se ha acostado en mi cama también!

Y el osito pequeño dijo:

-¡Alguien se ha acostado en mí camita...y todavía sigue durmiendo!

Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó.

De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto que no daban con los pies en el suelo.

Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno sin pedir permiso primero. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Pinocho


En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido.

Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho. Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad.

Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero.
Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas.

Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo. Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, le crecía la nariz poniéndosele colorada.

Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena. Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito.

Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí.

Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes.

Todos se encontraban salvados. Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

Peter Pan


En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy, Juan, y Miguel. A Wendy, la hermana mayor, le encantaba contar historias a sus hermanitos.

Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de acostarse, una preciosa lucecita entró en la habitación.

Peter Pan y Campanilla
Y dando saltos de alegría, los niños gritaron:

- ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!!

Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía:

- ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás!

Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:

- Allí está el barco del temible Capitán Garfio.

Y dijo a Campanilla:

- Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio mas abrigado, mientras yo me libro de este pirata pesado.

Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos diciendo que Wendy era mala. Creyendo las palabras del hada, ellos empezaron a decir cosas desagradables a la niña. Menos mal que Peter llegó a tiempo para pararles. Y les preguntó:

- ¿Porque tratan mal a mi amiga Wendy?

Y ellos contestaron:

- Es que Campanilla nos dijo que ella era mala.

Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió explicaciones. Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter y a sus amigos por lo que hizo.

Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar. Peter llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí, encontraron al gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que Peter Pan le preguntara sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo:

- Estoy muy triste porque mí hija Lili salió de casa por la mañana y hasta ahora no la hemos encontrado.

Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas.

Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí hasta que la marea subiera, si no le contaba donde estaba la casa de Peter Pan. La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo. Lo que ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente oyeron una voz:

- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!

Era Peter pan, que venía a rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el Capitán empezó a oír el tic tac que tanto le horrorizaba.

Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que acabó cayéndose al mar.Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio.

Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes bailaron y pasaron muy bien.

Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y Campanilla los acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo:

- Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós amigos!

- ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la mantita porque hacía muchísimo frío.

La Sirenita


En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el Rey del Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la Sirenita, además de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa.

Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para escucharla. Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie para ver el cielo y conocer el mundo de los hombres, como lo relataban sus hermanas.

Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su permiso para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el cumpleaños y el regalo tan deseados.

Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír los consejos de su padre: "Recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no te acerques a los hombres".

Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era nuevo para ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era feliz. Pasados unos minutos, Sirenita pudo observar, con asombro, que un barco se acercaba y paraba. Se puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con ellos.

Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó mirando al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El capitán del barco cumplía veinte años de edad.

Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real, y sonreía feliz. La sirenita sintió una extraña sensación de alegría y sufrimiento a la vez.

Algo que jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y posteriormente volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán caía al mar.

Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos. El joven estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para llevarlo hasta tierra. Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la playa y estuvo frotando sus manos intentando despertarlo.

Pero un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a refugiarse en el mar. Desde el mar, vio como el joven recobraba el conocimiento y agradecía, equivocadamente, a una joven dama por haberle salvado la vida.

Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda su experiencia. Después pasó días llorando en su habitación. Se había enamorado del joven capitán pero sentía que jamás podría estar con él.

Días después, Sirenita acudió desesperada a la casa de la Hechicera de los Abismos. Quería deshacerse de su cola de pez a cualquier precio. E hicieron un trato: Sirenita tendría dos piernas a cambio de regalar su hermosa voz a la hechicera que le advirtió: "Si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola".

Asintiendo a las condiciones de la hechicera, Sirenita bebió la pócima mágica e inmediatamente perdió el conocimiento. Cuando despertó se encontraba tendida en la arena de la playa, y a su lado estaba el joven capitán que intentaba ayudarla a levantarse. Y le dijo: "te llevaré al castillo y te curaré".

Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la corte pero como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que había sucedido en la noche que le salvó.

El príncipe no paraba de pensar en la dama que pensaba haber salvado su vida y Sirenita se daba cuenta de eso. Pero el destino le reservaba otra sorpresa.

Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco traía una desconocida que enseguida llamó la atención del príncipe. Sirenita sintió un agudo dolor en su corazón, y sintió que perdería a su príncipe para siempre.

El príncipe quedó prendado de la joven desconocida, que no era otra que la bruja disfrazada, y al haberle robado su voz, el príncipe creyó que era su salvadora y se enamoró de ella.

Le pidió matrimonio, y para celebrarlo fueron invitados a hacer un gran viaje por mar al día siguiente, acompañados también por la Sirenita. Al caer la noche, Sirenita, recordando el acuerdo que había hecho con la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar, hasta que escuchó la llamada de sus hermanas.

- ¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas!. Escucha con atención, hay una forma de romper el hechizo y recuperar la voz que la bruja te ha robado. Si besas al príncipe conseguirás que se enamore de ti y se rompa el encantamiento.

La Sirenita corrió y corrió hasta el gran salón donde iba a comenzar la ceremonia de boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y le besó, dejando a todos boquiabiertos.

La hechicera recuperó su desagradable voz y aspecto, y la Sirenita pudo explicar lo que había ocurrido realmente. La bruja fue encerrada en el calabozo, y el príncipe se disculpó con la Sirenita.

Esa misma tarde se celebrño la boda entre la Sirenita y el príncipe, y todos cantaron para celebrar su amor.

La cenicienta


Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta.

Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día mas feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc, ella también tenía que cortar leña y encender la chimenea.

Así sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la llamaban Cenicienta. Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe de aquel país había regresado.

El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba.

En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran fiesta. Y decían a Cenicienta:

- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando volvamos.

El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero, de pronto, se le apareció un Hada que le dijo:

- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.

Y le dijo Cenicienta:

- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?

Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa joven que mas se parecía a una princesa.

Y le avisó:

- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se acabará.

Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de su belleza y bailó con ella toda la noche.

Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en dirección a su casa.

Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin entender nada.

Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el reino.

Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le estaba perfecto.

Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se casaron, y vivieron muy felices.

El traje del emperador


Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada ocasión y hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador. Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes.

Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad. Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió al viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto "¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!". Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: "¿No dices nada del tejido?".

El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo. Los estafadores pidieron más dinero, más oro y se lo concedieron.

Poco después, el Emperador envió a otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: "¡Cómo! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso". Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo:
- Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo.

Todos los de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión. El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban:
- ¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!.

Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño:
- ¡Pero si no lleva nada!
- ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!, dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
- ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
- ¡Pero si no lleva nada!, gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: "Hay que aguantar hasta el fin". Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

El patito feo


En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía intacto.

Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y como era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo.

La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas feo, y tenía que soportar las burlas de todos.

Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse de la granja. Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato.

El patito salió corriendo como pudo de allí. El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez.

Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el estanque. Y uno de los cisnes le contestó:
- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
Y le dijo el patito:
- ¿Cómo que soy uno de los vuestros? Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.
Y ellos le dijeron:
- Entonces, mira tu reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te engañamos.
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.

Caperucita


En un bosque muy lejos de aquí, vivía una alegre y bonita niña a la que todos querían mucho. Para su cumpleaños, su mamá le preparó una gran fiesta. Con sus amigos, la niña jugó, bailó, sopló las velitas, comió tarta y caramelos. Y como era buena, recibió un montón de regalos. Pero su abuela tenía una sorpresa: le regaló una capa roja de la que la niña jamás se separó. Todos los días salía vestida con la caperuza. Y desde entonces, todos la llamaban de Caperucita Roja.

Un día su mamá le llamó y le dijo:
- Caperucita, mañana quiero que vayas a visitar a la abuela porque está enferma. Llévale esta cesta con frutas, pasteles, y una botella de vino dulce.
A la mañana siguiente, Caperucita se levantó muy temprano, se puso su capa y se despidió de su mamá que le dijo:
- Hija, ten mucho cuidado. No cruces el bosque ni hables con desconocidos.
Pero Caperucita no hizo caso a su mamá. Y como creía que no había peligros, decidió cruzar el bosque para llegar mas temprano. Siguió feliz por el camino. Cantando y saludando a todos los animalitos que cruzaban su camino. Pero lo que ella no sabía es que escondido detrás de los árboles, se encontraba el lobo que la seguía y observaba.
De repente, el lobo la alcanzó y le dijo:
- ¡Hola Caperucita!
- ¡Hola señor lobo!
- ¿A dónde vas así tan guapa y con tanta prisa?
- Voy a visitar a mi abuela, que está enferma, y a la que llevo frutas, pasteles, y una botella de vino dulce.
- ¿Y dónde vive su abuelita?
- Vive del otro lado del bosque. Y ahora tengo que irme sino no llegaré hoy. Adiós señor lobo.

El lobo salió disparado. Corrió todo lo que pudo hasta llegar a la casa de la abuela. Llamó a la puerta.
- ¿Quién es? Preguntó la abuelita.
Y el lobo, imitando la voz de la niña le dijo:
- Soy yo, Caperucita.
La abuela abrió la puerta y no tuvo tiempo de reaccionar. El lobo entró y se la tragó de un solo bocado. Se puso el gorrito de dormir de la abuela y se metió en la su cama para esperar a Caperucita.

Caperucita, después de recoger algunas flores del campo para la abuela, finalmente llegó a la casa. Llamó a la puerta y una voz le dijo que entrara.
Cuando Caperucita entró y se acercó a la cama notó que la abuela estaba muy cambiada. Y preguntó:
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
Y el lobo, imitando la voz de la abuela, contestó:
- Son para verte mejor.
- Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor.
- Abuelita, ¡qué nariz más grande tienes!
- Son para olerte mejor.
Y ya asustada, siguió preguntando:
- Pero abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!
- ¡Son para comerte mejor!
Y el lobo saltando sobre caperucita, se la comió también de un bocado.
El lobo, con la tripa totalmente llena acabó durmiéndose en la cama de abuela.

Caperucita y su abuelita empezaron a dar gritos de auxilio desde dentro de la barriga del lobo. Los gritos fueron oídos por un leñador que pasaba por allí y se acercó para ver lo que pasaba. Cuando entró en la casa y percibió todo lo que había sucedido, abrió la barriga del lobo, salvando la vida de Caperucita y de la abuela. Después, llenó piedras a la barriga del lobo y la cosió. Cuando el lobo se despertó sentía mucha sed. Y se fue a un pozo a beber agua. Pero al agacharse la tripa le pesó y el lobo acabó cayendo dentro del pozo del que jamás consiguió salir. Y así, todos pudieron vivir libres de preocupaciones en el bosque. Y Caperucita prometió a su mamá que jamás volvería a desobedecerla.

Blancanieves


En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves. Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo contestaba:
- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía.

El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre. El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí.

Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día.

Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves. Ella les contó toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.

Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque. Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada. Cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala.

Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta. Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de Blancanieves.

Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella. Al despedirse besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.

Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y desde entonces todos pudieron vivir felices.

sábado, 26 de enero de 2013

Érase


Érase una vez
un perrito de grafito
con las patas de goma.
El perrito se rascó
y el cuento se acabó. 

El molinero


Había una vez un molinero
que molía con esmero,
día y noche sin parar,
para que así el panadero
pudiera hacer el pan.

El gallo pelón


- ¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelón?
- Sí.
- Pues que el gallo se peló y se voló al «tejao».
¡Ya está «contao»!

Los chinos aburridos


Cuando los chinos de China
no tienen nada que hacer
tiran piedras hacia arriba
y dicen que va a llover.

El cerdito


En la ladera de un monte
vivía un guapo cerdito,
José Tomás se llamaba
y era muy lindo y bonito.

El dinosaurio


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

El avestruz



Había una vez... truz.

Por atajo iba un viejo


Por un atajo iba un viejo
más alegre que contento
en compañía de su perro
y contándome este cuento:
Por un atajo...

Pepa y Repita


- Pepa y Repita se fueron a la playa. Pepa se fue a bañar,... ¿quién quedó?
- Repita.
- Pepa y Repita se fueron a la playa. Pepa se fue a bañar,... ¿quién quedó?
- Repita.
- Pepa y Repita se fueron a la playa...

La hormiguita


Esta era una hormiguita que de su hormiguero
salió calladita y se metió en el granero.
Se robó un triguito y arrancó ligero.
Salió otra hormiguita del mismo hormiguero
y muy calladita se metió en el granero.
Se robó un triguito y arrancó ligero.
Salió otra hormiguita del mismo hormiguero...

José se llamaba


José se llamaba el padre,
Josefa la mujer
y al hijo que tuvieron le pusieron
José, se llamaba el padre,
Josefa la mujer...

El gatito


Este era un gato
que tenía los pies de trapo
y la cabecita al revés.
¿Quieres que te lo cuente otra vez?

Las 3 hijas


Este era un rey que tenía tres hijas,
las metió en tres botijas
y las tapó con pez.
¿Quieres que te lo cuente otra vez?

En un charco había una mosca


En un charco había una mosca
y con la mosca un mosquito,
si no te has enterado
te lo cuento despacito.
En un charco había una mosca
y con la mosca un mosquito,
si no te has enterado
te lo cuento más bajito.
En un charco había una mosca
y con la mosca un mosquito,
si no te has enterado
te lo cuento rapidito...

EL pollo pelao


- ¿Quieres que te cuente el cuento del pollo «pelao»?
- Sí.
- Entonces cámbiate «pa' este lao».
- Ya.
- ¿Quieres que te cuente el cuento del pollo «pelao»?
- Sí.
- Entonces cámbiate «pa' este lao».
...

El perrito flacucho


- ¿Quieres que te cuente el cuento
del perrito flacucho?
- Sí.
- Pues sal fuera y vuelve rapidito,
pero no tardes mucho
porque es muy bonito...

Bartolo


Bartolo tenía una flauta
con un agujero solo,
y su madre le decía:
toca la flauta Bartolo
tenía una flauta
con un agujero solo,
y su madre le decía:
toca la flauta Bartolo
tenía una flauta...

Don Pepito y Don José


Hola Don Pepito,
Hola Don Jose,
Pasó usted por mi casa?
Por su casa yo pasé.
Vió usted a mi abuela?
A su abuela yo la vi.
Adiós Don Pepito,
Adiós Don José.

Yo tengo una casita


Yo tengo una casita que es así y así,
que cuando sale humo sale así y así,
que cuando quiero entrar hago así y así,
me limpio los zapatos así, así y así.

Con mi dedito


Con mi dedito, digo: si, si
Con mi dedito digo: no, no
Digo, digo: si, si
Digo, digo: no. No
Y este dedito se escondió

Con mi piecito, digo: si, si
Con mi piecito, digo: no, no
Digo, digo: si, si
Digo, digo: no, no
Y este piecito se escondió

Con mi cabeza, digo: si, si
Con mi cabeza, digo: no, no
Digo, digo: si, si
Digo, digo: no, no
Y esta cabeza se escondió.

Chipi Chipi


Me fui para nueva york
me encontré con (nombre de alguien)
Y me dijo:

Baila el Chipi Chipi
He
Baila el Chipi Chipi
He
Baila el Chipi Chipi
Pero bailalo bien

(Bis cambiando de nombre)

La mané


Que lo baile,
que lo baile
que lo baile, doña pepa y don Manuel.

La mane se irá poniendo,
donde yo vaya diciendo,
donde yo vaya diciendo.
la mane se va a poner.

Que lo baile,
que lo baile
que lo baile todo el mundo,
con el perro de Facundo,
con la gata de la Inès.

Una mane (bis),
en la oreje,(bis)
y la otra mane(coro)
en el otra orejé. (coro)

Que lo baile que lo baile,
que lo baile todo el mundo,
con el perro de Facundo,
con la gata de la Inès.

La mane se va poniendo,
donde yo vaya diciendo,
donde yo vaya diciendo,
la mane se va a poner.

Una mane,
en la narice,
la otra mane ,
en narice de tu pareje.

Que lo baile que lo baile,
que lo baile todo el mundo,
con el perro de Facundo,
con la gata de la Inès.

Una mané,
en la cadere,
y la otra mané,
rascándose la cabece.

Que lo baile,
que lo baile
que lo baile, doña pepa y don Manuel.

La mane se irá poniendo,
donde yo vaya diciendo,
donde yo vaya diciendo.
la mane se va a poner.

Que lo baile,
que lo baile
que lo baile todo el mundo,
con el perro de Facundo,
con el gata de la Inès.

Levantar la rodille,
poner el code
abrir la mane
en la narice
haciendo burle.

Duermen tranquilos


Duerme mamá, duerme papá.
Lo malo que pasa, aquí dentro no está.
Aquí no hay monstruos, ni cosas raras.
aquí sólo hay almohadas que tienen alas.

Los 3 ositos


Los tres ositos ya están en la cama
muchos besitos les dio su mama...
Y calientitos todos en pijama
dentro de un rato los tres roncaran...
Uno soñaba que en el mar
en un gran barco iba a pasear
mas de repente quiso nadar
y se cayo de la cama y se puso a llorar ...
El otro soñaba que era un rey
mas de momento quiso un pastel
hizo traer solo para el
500 pasteles no mas para el
El mas chiquito de los tres
un tierno osito lindo y cortes
ese soñaba con trabajar
para ayudar a su buena mama
para ayudar a su buena mama ...

5 angelitos


Por el arco iris
vienen caminando
cinco angelitos
con los pies descalzos.
Uno trae la leche
otro trae el pan
los dos más chiquitos
queso y mazapán.

Duérmete mi niño
duerme hasta mañana
que los angelitos
vendrán a tu cama
jugarán contigo,
te leerán un cuento
y al despedirse
te darán un beso
en las zapatillas
te van a dejar
el pan y la leche
queso y mazapán.

Dulces sueños


Nana duerme hasta mañana...
nana duerme junto a mi....
sueña nana duerme y sueña
nana duerme hasta mañana
nana..duerme junto a mi
Sueña nana duerme y sueña
si duermes tranquilo
tu sueño será mas dulce y
profundo , azul como el mar
nana duerme hasta mañana
nana duerme junto a mi
sueña, nana duerme y sueña...

A la cama


Vamos a la cama
que hay que descansar
para que mañana
podamos madrugar!!!

Este niño tiene sueño


Este niño tiene sueño
tiene ganas de dormir
tiene un ojito cerrado
y el otro no lo puede abrir...

Duérmete en mi vientre


Duérmete en mi vientre niño
pequeño prisionero
aráñame mis entrañas niño
con tus pequeños dedos
yo soy tu prisión yo soy
tu celda oscura
tejeremos tus sueños
con mi canción de cuna
Báñate en mi mar espeso
lávate en mi agua
bebe bien mi sangre niño
que nunca se acaba
yo soy tu prisión
yo soy...

A la nanita, nana


A la nanita nana nanita ella
Mi niña tiene sueño bendito sea, bendito sea
A la nanita nana nanita ella
Mi niña tiene sueno bendito sea, bendito sea
Fuentecita que corre clara y sonara
Ruiseñor que en la selva
Cantando i llora
Calla mientras la cuna se balancea
A la nanita nana nanita ella
A la nanita nana nanita ella
Nanita ella
Mi niña tiene sueno bendito
Sea, bendito sea
Fuentecita que corre clara y sonora
Ruiseñor que en la selva
Cantando llora
Calla mientras la cuna se balancea
A la nanita nana nanita ella

Luna, lunera cascabelera


Luna lunera, cascabelera
ve dile a mi amorcito por Dios que me quiera
dile que no vivo de tanto padecer
dile que a mi lado debiera volver.
luna lunera, cascabelera
ve dile a mi amorcito por dios que me quiera
dile que me muero que tenga compasión
dile que se apiade de mi corazón.
ay lunita redondita
que la espuma de tu luz
bañe mis noches.
ay lunita redondita
dile que me has visto tu
llorar de amor.
de amor.

Contando ovejas


Si en la cuna tu estás
y no te puedes dormir
yo te voy a decir
lo que tu vas a hacer
imagina que tu cuna
esta en un verde prado
ovejas contaras y muy pronto dormirás
resulta sin fallar ya lo verás
ellas te arrullaran
una esta muy inquieta ya
otra esta por brincar
otra se cayó
la de atrás vio y se rió....

Desde el nido interior


Mama, mama, mama, ma, ma........
Soy tu bebé, mamá.
Estoy dentro de ti.
Se está muy bien aquí.
Sueño contigo.
Sueño tus ojos
mirándome.
Mamá ...
cómo serás y
si me querrás.
Soy tu bebé, mamá.
Y estoy aquí.

El caballo Trotón



Había una vez un caballo
que corría y que trotaba
Su cola era elegante
y su pelo color marrón
Un día que corría mucho
una espina se clavó
¡¡Ay que dolor!!
Y corriendo, corriendo, corriendo
llamaron al Doctor
¡¡¡DOCTOOOOR!!!
y el Doctor corriendo corriendo
la espina le sacó
¡¡ZAS!!
y el caballo contento, contento
Trotó, Trotó, Trotó

Había una vez una mano



Había una vez una mano                                   
que subía y bajaba y subía
que cuando estaba contenta bailaba
y cuando estaba triste se escondía
Había una vez otra mano
que sacudía, sacudía, sacudía
que cuando estaba contenta bailaba
y cuando estaba triste se escondía
Había una vez dos manos
que aplaudían, aplaudían, aplaudían
que cuando estaban contentas bailaba
y cuando estaban tristes se escondía

La araña



La araña chiquitita trepó por la pared
La araña chiquitita trepó por la pared
Vino la lluvia y al suelo la tiró
Vino la lluvia y al suelo la tiró
El sol salió, la lluvia se secó
La araña chiquitita de nuevo subió.

La lluvia



Pican pican las gotitas
sobre mi tejado
y dibujan caminitos
de color plateado
cuando llueve
y hace frío
me pongo el abrigo
la bufanda y el gorrito
y ya no tengo frío

El pingüino



Si el pingüino tiene frío
Le pones el abrigo
La bufanda y el gorrito
Y el pingüino ya no tiene
¡¡ FRÍO!!

El gato grande

                                                                           
Era un gato grande que hacía ro ro
Muy acurrucado en su almuhadón
Cerraba los ojos, se hacía el dormido
Movía la cola con aire aburrido

Era un ratoncito chiquito chiquito
que asomaba el morro por un agujerito
Desaparecía y volvía a asomarse y dió un gritito
antes de marcharse

Salió de su escondite
corrió por la alfombra
que miedo tenía
hasta de su sombra
Pero al dar la vuelta
escuchó un gran estruendo

Vió dos ojos grandes
de un gato tremendo
Sintió un gran zarpazo
sobre su rabito
Y empezó a correr todo asustadito

Y aquí se acaba el cuento
de mi ratoncito
que asomaba el morro
por un agujerito

El caballo Pichirilo

                                                                     
Tengo un caballo
que se llama Pichirilo
Pichirilo rilo rilo
Pichirilo rilo la.

En las subidas
Pichirilo se fatiga
se fatiga, se fatiga
y no puede cabalgar.

En las bajadas
Pichirilo es una bala
una bala, una bala
una bala de verdad.

Vaca lechera

                                             
Tengo una vaca lechera            
No es una vaca cualquiera
Me da leche condesada para toda la semana
Tolón toló tolón tolón tolón tolón
Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Se pasea por el prado
Mata moscas con el rabo
Tolón toló tolón tolón tolón tolón
Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Me da leche merengada
ay! Que vaca tan salda
Tolón toló tolón tolón tolón tolón
Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Me hace tarta de frambuesa
ay! Que vaca tan traviesa
Tolón toló tolón tolón tolón tolón

La Carita

                                                                         
Yo tengo una carita
que parece una casita
Los pelos de mi cabeza
Parece que son dos cejas
Mis ojos son dos ventanas
que se abren por la mañana
La boca la tengo aquí
parece que es una puerta
En medio tengo la naríz
que es un timbre que hace
Riiiinnnng

Sol, Solecito



Sol solecito                             
Calientame un poquito
para hoy para mañana
para toda la semana
Luna lunera
Cascabelera
Cinco pollitos y una ternera
Caracol, caracol
A la una sale el sol
Sale pinocho tocando el tambor
Con una cuchara y un tenedor

La vaca Lola

                                                                         
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
Y hace muuuuu

Yo soy el pato

Yo soy el pato to                                         
Tu eres la pata ta
Nada que nada sin descansar
Buscando peces ces
Coloraditos tos
Para comermelos toditos
Cuara cua cua cua cua ( con un brazo)
Cuara cua cua cua cua ( con el otro brazo)
Cuara cua cua cua cua cua cua ( con los dos brazos)

El cocodrilo



El cocodrilo se metió en la cueva              
De pronto asomó la cabeza                      
Miró para un lado y al otro
¿Y que pasó? ¿Y que pasó?
Que un cocodrilo se metió en la cueva
De pronto asomó la cabeza
Miró para un lado y al otro
¿Y que pasó? ¿Y que pasó?
SE SORPRENDIÓ

Cuando un pirata baila



Cuando un pirata baila, baila, baila, baila,
Pie, pie, pie, pie pie pie pie, HEY!

Cuando un pirata baila, baila, baila, baila,
Rodilla, rodilla, rodilla, rodilla, y…
Pie, pie, pie, pie pie pie pie, HEY!

Cuando un pirata baila, baila, baila, baila,
caderas, caderas, caderas, caderas,
Rodilla, rodilla, rodilla, rodilla, y…
Pie, pie, pie, pie pie pie pie, HEY!

Cuando un pirata baila, baila, baila, baila,

hombros, hombros, hombros, hombros, hombros,
caderas, caderas, caderas, caderas,
Rodilla, rodilla, rodilla, rodilla, y…
Pie, pie, pie, pie pie pie pie, HEY!

Cuando un pirata baila, baila, baila, baila,
cabeza, cabeza, cabeza, cabeza,
hombros, hombros, hombros, hombros, hombros,
caderas, caderas, caderas, caderas,
Rodilla, rodilla, rodilla, rodilla, y…
Pie, pie, pie, pie pie pie pie, HEY!

A la puerta de un sordo


A la puerta de un sordo
cantaba un mudo,
y un ciego miraba
con disimulo,
y dentro, un cojo
bailaba seguidillas
con desahogo.

En el campo


En el campo
nacen flores,
en el campo
nacen flores
y en el mar
nacen corales.
En mi corazón
amores
en mi corazón
amores
y en el tuyo
falsedades
la, la, la, la,
la, la, la.

A la limón


A la limón, a la limón,
la fuente se ha caído.
A la limón, a la limón,
mandadla componer.

A la limón, a la limón,
no tenemos dinero.
A la limón, a la limón,
nosotros lo tenemos.

A la limón, a la limón,
pasen los caballeros.
A la limón, a la limón,
nosotros pasaremos.

Carta para un enano




Enanito de mi casa
dime lo que ami me pasa
por que todo me resulta al revés
ayer me lave la cara
con jabón, esponja y agua
y hoy en día esta sucia otra vez
dime por que

Mi mama entro a mi pieza
todo estaba de cabezas
te prometo que hace tiempo la ordene
en mi cama esta el gato
solo encuentro un zapato
nunca encuentro yo dos medias en mis pies
dime por que, que yo no se.

y yo trato de tener todo ordenado
pero nunca me resulta esto ami
me parece que toditos mis juguetes
salen solos a pasearse por ahí.

Enanito de mi casa
yo no entiendo lo que pasa
y te pido que me ayudes por favor
búscame mi lápiz negro,
mi gomita y mi cuaderno
y quizás también encuentres mi reloj
que ante ayer se perdió.